miércoles, 21 de septiembre de 2011

Las mujeres escritoras en la literatura manchega decimonónica


LAS MUJERES

En el siglo del sufragismo, las mujeres empiezan a hacerse notar, y entre ellas las manchegas; veremos que el único cauce por el que se les permitirá una cierta independencia y alguna expresión será casi siempre a través de la enseñanza y la literatura infantil o moral; la novela realista europea nos muestra en el tópico personaje de la institutriz, esa madre que no es madre, o en el tema del adulterio, los intentos de la mujer por desligarse del rol que le ha marcado la sociedad; muchas y las más progresistas de las autoras de las que hablaré aquí (Magdalena de Santiago-Fuentes, Luciana Casilda Monreal de Lozano) se dedicaron a la docencia; otras se mostraron herederas del costumbrismo católico de Fernán Caballero (Faustina Sáez de Melgar, Micaela de Peñaranda y Lima).
La más importante sin duda por la variedad, extensión y mérito de su obra es Faustina Sáez de Melgar (1834 - 1895), madre de la pintora Gloria Melgar; de hecho, ha pasado al canon de la literatura femenina de esa época junto a Ángela Grassi y María del Pilar Sinués. Nació en Villamanrique de Tajo, en la raya de Madrid y Toledo y muy cerca de la de Cuenca y Guadalajara, pero siempre se consideró manchega. Pese a resistencia de su padre, consiguió publicar en la prensa ya a los diecisiete años y merced a un buen matrimonio con Valentín Melgar, pariente del banquero Ceriola y con acceso al Palacio Real, y su mudanza a Madrid, logró la independencia. Cultivó la narrativa, la lírica, el periodismo y el teatro. De familia pudiente, dispuso de la posibilidad poco frecuente entre las escritoras españolas de su época de viajar al extranjero, y residió en París algunos años. Se relacionó con las altas instancias de los gobiernos isabelinos, que la favorecieron descaradamente,[1] aunque supo ser lo bastante ambigua ideológicamente como para presidir el filokrausista Ateneo Artístico y Literario de Señoras (1869) habiendo sido un miembro destacado de la Junta de Señoras presidida por la Reina, pese a lo cual doña Faustina no perdió ocasión, pese a su ideología católica y proisabelina, de auxiliar a las de su propio sexo que no comulgaran con sus ideas, por ejemplo a la poetisa socialista utópica Josefa Zapata; es más, fue una activista importante en la Sociedad Abolicionista Española y defendió la instrucción y el trabajo de la mujer.
La suya es una “novela castiza española” distinta a la “novela perniciosa extranjera” en no introducir “horribles monstruosidades morales”. Como prescribía Alberto Lista, introduce elementos maravillosos en la ficción para mantener el interés del lector, si bien lo que domina en ella es el costumbrismo neocatólico. Sus primeros poemarios fueron publicados en 1859: La lira del Tajo y África y España; éste último  hay que entenderlo en el contexto de la Guerra de Marruecos (1850-1860), cuando el albaceteño Mariano Roca de Togores promueve la antología El romancero de la Guerra de África (1860);[2] Sáez, muy atenta siempre a la sociedad en que vivía y un año antes de la abolición de la esclavitud en Cuba (1880) estrenó el drama abolicionista La cadena rota (1879); en este género se había probado ya con el juguete cómico Contra indiferencia celos (1875). Posteriormente cultivaría la poesía narrativa con La higuera de Villaverde. Leyenda tradicional (1860) y Ecos de la gloria. Leyendas históricas (1863).
Su primer éxito como narradora en prosa fue La pastora del Guadiela (1860). Desde entonces fue una asidua colaboradora en todo tipo de prensa y revistas,[3] siendo capaz de publicar simultáneamente nada menos que hasta cuatro novelas folletinescas diferentes en distintos lugares de España sin contradecirse en los argumentos. Entre las más célebres están La marquesa de Pinares (1861), continuación de la anterior; Los miserables de España o Secretos de la Corte (1862-63, 2 vols.); Matilde o El ángel de Valderreal (1862), Ángela o El ramillete de jazmines (1865-1866, 3 vols.), Adriana o La quinta de Peralta (1866), La loca del encinar (1867), Amor después de la muerte (1867), La cruz del olivar (1868), "María la cuarterona o La esclavitud en las Antillas" (1868), novela corta aparecida en La Iberia, (24-X-1868), Rosa, la cigarrera de Madrid (1872 y 1878, 2 vols.), “El hogar sin fuego” (La Iberia, 18-VII-1876), traducida al italiano también con éxito; La abuelita (1877), en realidad una colección de relatos agrupados bajo el pseudónimo genérico de “Cuentos de aldea”; Inés, o La hija de la caridad (1878, 2 vols.), Sendas opuestas (1878), El collar de esmeraldas (1879), El deber cumplido (1879), Aurora y felicidad (1881), Fulvia o Los primeros cristianos (1889), El trovador del Turia (Memorias de una religiosa) (1890). Con algunas de estas novelas se editaron las novelas cortas La bendición paterna y El hogar sin fuego; sin año se publicó Alfonso el Católico.
Magdalena de Santiago-Fuentes Soto (Cuenca, 1873 - Madrid, 1922) fue una maestra del Regeneracionismo que intentó renovar la pedagogía española. Tras alcanzar el Premio Extraordinario en Bachillerato, comienza a cursar los estudios de Farmacia en la Universidad Central; enfermo el padre, debe abandonarlos y ponerse a trabajar como telefonista. A los diecisiete años queda huérfana. Su enorme voluntad y espíritu de superación la llevan a cursar en escasos meses los estudios de Maestra Elemental y, posteriormente, el de maestra Superior. Inmediatamente se presenta la primera oposición que se convoca, en la que alcanza el número uno. Durante nueve años permanece en Huesca, donde traba amistad con Isabel Martínez Campos, directora de la Escuela Normal, a la que dedicará alguna de sus obras. Consigue más tarde, por oposición, la Cátedra de la Escuela Normal de Barcelona, y por permuta, un año más tarde, la de Madrid. Desde este centro pasará a ocupar la Cátedra de Historia de la Civilización en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio. Colabora en La Correspondencia de España, El Magisterio Español, El Eco de Santiago, La Basílica Teresiana, El Album Ibero-Americano, La Alhambra, Blanco y Negro, La Lectura, Nuevo Mundo, El Gráfico, Diario Universal, El Imparcial, Escuela Moderna, Feminal... Publica narrativa para adultos, numerosas obras didácticas y otras de literatura infantil; excepcionalmente hermosa en este último grupo es El tesoro de Abigail, narración de Tierra Santa. Herder, Barcelona, 1889, primorosamente ilustrada, y con su hermana Carmen Vida de colegio (Novela infantil). Libro de lecturas para las escuelas de niños y niñas, Madrid: Suc. de Hernando, Madrid, 1916. De sus obras didácticas baste decir que, por ejemplo, La escuela y la patria alcanzó veintinueve reimpresiones entre 1899 y 1943. En cuanto a su narrativa para adultos, tenemos la novela Emprendamos nueva vida. Barcelona: Henrich y Cía, 1905;  Cuentos orientales, Barcelona: Antonio J. Bastinos, 1908; Aves de paso. Novela infantil. Huesca: Talleres Tip. de L. Pérez, 1909; Cuentos del sábado, Einsiedeln: Est. Benziger y Cía. Suiza, 1909 (Contiene: Ni-ju. La hucha rota. Pasión funesta. Mariem. Lilí. La Patria ante todo. Carta al cielo); Visión de vida. Novela. Zaragoza: Abadía y Capapé, 1909: La novela de la infancia. Burgos: Hijos de Santiago Rodríguez, s. a.; Flores de loto. Cuentos arqueológicos. Barcelona: Herder, s. a.; O-Toyo. Novelita japonesa. Barcelona: Bastinos, s. a.
Luciana Casilda Monreal de Lozano (Villacañas, 1850-) fue maestra por oposición en Madrid desde 1870 y luego profesora interina de la Escuela Normal Central de Maestras y numeraria encargada de la asignatura de prácticas sociales en la Escuela de Institutrices de Barcelona; allí pronunció en 1897 un Discurso sobre la influencia de la educación integral en el porvenir de las naciones y en 1900 una Conferencia sobre la importancia de la lectura y su relación con las Bellas Artes. También fue vocal de la Academia de Higiene de Cataluña, de la Junta Provincial de Protección de la Infancia y de la Asociación de Caridad Escolar, de la que llegó a ser vicepresidenta (redactando en 1905 una Memoria sobre Cantinas escolares en España). Participó asimismo en el Congreso Pedagógico de Barcelona de 1888. Colaboró en El Estudiante (1902) y otros periódicos. Tras haber dado a luz en 1873 su obra acerca de La educación de las niñas por la historia de las españolas ilustres (constantemente ampliada y con una quinta edición en 1908) escribió diversas obras pedagógicas. Literariamente nos interesa por sus Españolas y americanas ilustres, Madrid: Imprenta de E Raso, 1908. Elisa López Gallarte, hermana de Pedro López Gallarte, redactor del periódico de Cuenca La Ley (1870) y de La Voz de Cuenca, publicó Ecos de mi corazón: colección de artículos (Ciudad-Real: Tip. Del Hospicio, 1891), donde se declara católica y conservadora, y Todo por ti ( Ciudad-Real: Tip. Del Hospicio, 1891). Igualmente conservadora se muestra la novelista de Campo de Criptana  (la juzga excelente el padre Pablo Ladrón de Guevara en su famoso y archirreimpreso Novelistas malos y buenos juzgados en orden de naciones, 1910) Micaela de Peñaranda y Lima, que escribe novela realista algo pasada de moda a caballo entre los siglos XIX y XX, la mayor parte de ellas impresas en Barcelona: Así es el mundo (1925, pero 1915), una novela cuya protagonista es una maestra e institutriz recién licenciada de buena familia; Nada sucede acaso (1915), Mudar de opinión (1915), El hastío del Rincón (1923), ¿Sin remedio? (sin año, pero 1907) y El becerro de oro (1920), que obtuvo un accésit en un concurso de 1908 ganado por Enrique Menéndez Pelayo, el hermano de Marcelino, entre otras. El crítico de La Lectura, Ramón María Tenreiro, la clasifica como novela de tesis y la pone en buen lugar (IX, vol. II, mayo de 1909, p. 71). También fue autora dramática: Teatro infantil: piezas en prosa y verso (1926). Nada sucede acaso está ambientada en La Mancha, más en concreto en Alcázar de San Juan; desarrolla una intriga amorosa en medio de un ambiente chismoso bastante bien reproducido que sufre la pobrecilla y devota protagonista.

-Yo creo, don Paco, -dijo María Luisa,- que cada uno debe seguir su vocación. El Señor no nos llama a todos al mismo estado.
-Muy cierto; pero ¿cuál es más perfecto?
-El más perfecto, es el sacerdocio, -dijo don Gabriel, el párroco.
-Y si no, -añadió Antonio, que había llegado aquella tarde ordenado de Evangelio,- ya sabe V. lo que dice san Pablo: “El que se casa, hace bien; y el que no se casa, hace mejor”.
-¡Hombre, a ti no te tocaba contestar!- dijo vivamente don Paco.
-Vamos, don Paco,- contestó el joven sonriendo;- me figuro que mi respuesta no le ha agradado a V. mucho. Sin embargo, hasta ahora debe V. haber sido de mi opinión o engañan las apariencias.
-Pero es de sabios mudar de opinión,- dijo María Luisa.
-Y don Paco es muy sabio –añadió la señorita Flora, mirándole con cierto afecto.
-Pues hará bien en mudar, -dijo don José con enfático acento;- el estado más perfecto es el matrimonio.
-Pero, -replicó doña Generosa,- ¿no ha oído V. lo que ha dicho Antoñito que dijo san Pablo?
-San Pablo no entendía de eso, doña Generosa,- contestó el médico. (Op. cit., p. 85-86.)

Se percibe en Peñaranda a una sutil observadora y entre líneas una cierta melancolía en sus personajes, de clase frecuentemente alta pero avecindados en un entorno campesino y entregados a una vida vulgar, estéril y sin objetivos.

Bárbara Sánchez y García (Ciudad Real, 1865 – 1930) escribió poesías que fueron publicadas póstumas en un volumen sin año (Versos: obra póstuma. Torre de Juan Abad: Impr. González); como suele ser habitual cuando se trata de autores tan desconocidos y de corta tirada, me ha sido imposible encontrar todavía.



    [1] En 1864 una Real Orden impuso La Violeta como libro de texto oficial  autorizando a las Escuelas Normales de Maestras y Superiores de Niñas a suscribirse a la revista contra publicaciones pedagógicas como La Educanda que se quejaron de dicha competencia desleal.
    [2] La breve campaña que terminó con la conquista de Tetuán dio motivo a 26 triunfalistas romances compuestos por casi todos los miembros de la tertulia del Marqués de Molíns, teñidos los más de nostalgia imperialista: el Duque de Rivas, Antonio Alcalá Galiano, Eugenio Hartzenbusch, Antonio Ferrer del Río, Manuel Bretón de los Herreros, Antonio Arnao, José Amador de los Ríos, Ramón de Campoamor, Ángel María Dacarrete, Severo Catalina, Joaquín José Cervino, Flores, Pedro de Madrazo, Tamayo y Baus, Ventura de la Vega, Leopoldo Augusto de Cueto, Cayetano Rosell, Tomás Rodríguez Rubí y Manuel Cañete. Es un libro que reúne a las distintas promociones poéticas que convivían entonces y por ello resulta especialmente representativo.
    [3] El Trono y la Nobleza, La Antorcha, El Occidente, La Aurora de la Vida, El Museo Literario, El Museo Universal, La Iberia, Los Sucesos, La Mujer, La Guirnalda, El Día, La Ilustración de Madrid, El Recreo de las Familias, La Moda Elegante Ilustrada, El Bazar, El Salón de la Moda, El Resumen, La Edad Dichosa, La Discusión, La Época, El Correo de Ultramar (de París), El Siglo (de La Habana) y La Concordia (de Caracas). Dirigió además La Violeta (de Madrid, 1862-1866),

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